Louis Faurer (1916-2001) es un fotógrafo
americano especializado en fotografía de moda que fotografió a gente caminando por las
calles de Nueva York y Filadelfia y captó infinidad de rostros y tipos urbanos, en especial, la gente
solitaria que transita diariamente por las grandes urbes. Las fotografías más interesantes
y valoradas son las que realizó entre los años cuarenta y sesenta. Experimentó con
la falta de definición, el grano, las exposiciones dobles, negativos
superpuestos, reflejos, largas exposiciones e iluminación baja con su cámara
para conseguir determinados efectos. Una parte de su obra se mostró en las
exposiciones, In and Out of Focus (1948) y The Family of Man (1955) del Museum
of Modern Art.
Fotografía comentada: Third Avenue and 53rd Street, Elevated Stairway, N.Y.C.1948, printed 1979.
La
imagen, en blanco y negro, es una fotografía tomada en una calle de Nueva York
en 1948. Es una escena callejera, aparentemente banal, que muestra a una persona (podría ser una
mujer), subiendo por una escalera en un entorno urbano. Lo que primero salta a la vista es la repetición de una misma
imagen en distintos planos y diferente tamaño: en el ángulo inferior izquierdo
la persona que sube por la escalera ocupa un primer plano, pero su imagen es
más pequeña que la que se muestra en un segundo plano. Sólo un personaje, sin
ningún rasgo claro de identidad, reducido a una silueta y repetido, aparece en
la fotografía, captado en el momento en que sube una escalera e impulsa su
cuerpo hacia arriba. Es de día y se encuentra en una calle de un barrio urbano:
podemos apreciar al fondo, la fachada de lo que parece un edificio de viviendas
habitadas, porque la mayoría de las ventanas que vemos están abiertas a
diferentes alturas. La barandilla de la escalera y la estructura de la pasarela
por la que circula la figura, adquieren un protagonismo especial y sirven de
elemento de separación entre los distintos planos que apreciamos en la imagen.
El fotógrafo ha utilizado el contraste
lumínico y la superposición de planos como elementos esenciales en la
configuración de la imagen. La fotografía está tomada desde el ángulo derecho y
parece que, desde algún lugar se interponía, entre el operator y el spectrum,
una superficie acristalada que es la que se vislumbra como primerísimo plano
con sus reflejos. Podría ser un autobús urbano (o un tren) que transita por
debajo del paso elevado por donde circula el personaje (la forma que adopta la
imagen del primer plano, ubicada como entre ventanas corrobora esa impresión).
En un segundo plano está la pasarela y la mujer que sube por ella; en un tercer
plano una especie de muro (no se aprecia muy bien lo que es) y en último plano
la fachada de la casa de enfrente. El contraste lumínico enfatiza los planos.
En el primer plano el fuerte contraluz contrapone la zona interior del tren o
autobús con los reflejos que se generan y la intensa claridad del exterior. El
segundo plano vuelve a contraponer de nuevo las siluetas de la figura y la
pasarela con la luz diurna de la calle. El efecto es de un contraste muy
intenso y expresivo.
A nivel compositivo las líneas oblicuas de la
barandilla y la pasarela que atraviesan el marco compositivo de izquierda a
derecha y de arriba abajo, repetidas e intensificadas por el impulso oblicuo
ascendente de la figura, también
repetida, otorgan a la imagen dinamismo, movimiento y una cierta agresividad y
se compensan con las líneas horizontales y verticales que generan los huecos de
las ventanas del edificio, las ventanas del tren o autobús y la pilastra
estructural del edificio (formada por unidades rectangulares repetidas en
sentido vertical) que sirven para estabilizar y equilibrar la composición. La
figura ocupa de manera preferente el centro de la composición y así se
convierte en el centro de interés y atención que se ve reforzado por su
repetición, ocupando de nuevo otro lugar compositivo preferente, el ángulo
inferior izquierdo.
La repetición de la imagen es intencionada
y con ella el fotógrafo consigue sorprendernos; aplica aquí sus conocimientos
técnicos y emplea, intencionadamente, alguno de los recursos técnicos de la
fotografía que tan bien domina, para conseguir este efecto. Así nos encontramos
ante un claro ejemplo de retórica de la imagen, concretamente ante una anáfora,
porque, de forma deliberada y, pretendiendo un sentido, el fotógrafo repite
algunos elementos de la imagen: la silueta de la persona que sube la pasarela,
la barandilla y la ventana del fondo, y
con esa repetición enfatiza una parte de la imagen y redobla su importancia.
¿Qué nos quiere decir? ¿Cómo recibimos esa
imagen?
La repetición de una silueta humana, sin
ninguna referencia de género, en un ámbito urbano, nos sitúa en la esfera de la
vida cotidiana de cualquier persona, hombre o mujer que viva en una ciudad, nos
introduce en las rutinas cotidianas (coger el metro, tren o autobús para ir y
venir del trabajo, subir y bajar escaleras para desplazarse de un lugar a otro,
repetitivas, tediosas y, en ocasiones, cargadas de tensión y no exentas de
angustia: ¡Llego tarde al trabajo!, ¡Estoy agotado/a!, ¡Un hombre me sigue! La imagen está tomada en
una ciudad, en una calle cualquiera y, a pesar de
que lo que caracteriza a la vida urbana es la profusión de gente en la
calle, el personaje está sólo, no vemos a nadie a su alrededor. La imagen
nos habla de la prisa, la soledad o el miedo que se agudizan aún más en los ambientes urbanos donde
se va corriendo a todas partes y donde resulta más difícil establecer relaciones personales.
La imagen, al ser una fotografía, produce en
nosotros la sensación inmediata de “haber estado ahí” el personaje
fotografiado en un tiempo y un lugar determinados, en este caso la ciudad de
Nueva York. La fecha en que fue tomada la fotografía,
1948, nos remite a los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, momento en
que los Estados Unidos se convierten en una gran potencia industrial y militar,
con capacidad suficiente para ofrecer ayuda económica a la reconstrucción
europea a través del plan Marshall (1947), con recursos para apoyar a Grecia y
Turquía frente al envite soviético o para sortear el bloqueo económico al que
fue sometido el Berlín occidental, estableciendo un puente aéreo que asegurara
el abastecimiento de esa parte de la ciudad. Hechos que ponían de manifiesto la
tensión entre las dos grandes potencias del momento, los Estados Unidos y la
URSS y que auguraban el advenimiento de la Guerra Fría. En este contexto de triunfo
indiscutible del sistema capitalista y de crecimiento económico, la imagen nos
presenta a un ciudadano anónimo, solitario, abocado, dentro de ese sistema, a
buscarse la vida con el trabajo de cada día y a vivir en un mundo de
contrastes.
No sé cómo sería recibida la imagen que se
comenta en ese contexto, y por los propios ciudadanos americanos de la época,
pero lo que sí parece es que la imagen es portadora de ideas y valores
atemporales: hoy nos remite a la rutina diaria de cualquier trabajador o
trabajadora de los grandes núcleos urbanos, sometidos a largas jornadas de
trabajo que se amplían con los tiempos que tardan en desplazarse desde donde
viven hasta donde trabajan; nos habla de la soledad de la gran ciudad, del peligro, del
individualismo feroz. De todo esto nos habla ese fuerte contraluz repetido, esa
figura sin rostro, sola y repetida, que
tan bien nos representa, en nuestros quehaceres y preocupaciones cotidianas; en
nuestras alegrías y tristezas; en la tan frecuente, soledad en compañía.
Otras
fotografías del mismo autor nos ayudan a reforzar esta idea, otros tantos
personajes deambulando por la ciudad, en un frenético ir y venir, sometidos a
un sinfín de estímulos visuales: letreros luminosos, carteles, anuncios,
omnipresentes en sus vidas. Empequeñecidos ante la enormidad de los edificios
que los encapsulan y comprimen, contemplando el despliegue de tentaciones que
se les brindan y a las que no tienen acceso. La clase media americana emergente
se nos muestra como un anticipo del modo de vida que se ha impuesto en todo el
mundo occidental.
SITOGRAFÍA
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